Fuente: Ámbito Financiero
Por Liliana Franco
«Pensamos que es necesario despejar el frente internacional arribando a acuerdos razonables con el FMI y el Club de París», señaló Claudio Cesario, presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), que fue recientemente reelecto por dos años para representar a las entidades bancarias internacionales presentes en el país.
El acuerdo con los organismos multilaterales de crédito «se debería complementar con un programa de convergencia fiscal, que también permita reducir la carga impositiva, estimulando la competitividad, y avanzar con un programa para reactivar la economía», afirmó el directivo.
La morosidad en el sistema bancario sigue siendo baja, señalo Cesario, y en el caso particular de los préstamos UVA «menos de 600 deudores hipotecarios UVA (el 0,6% del total de los créditos) registran atrasos por más de 90 días». Asimismo, advierte que «los depósitos en pesos continúan creciendo, pero menos que la inflación».
Cesario cuestiona el alto peso impositivo que conspira contra la bancarización, la inclusión financiera y además encarece el crédito. A modo de ejemplo, señaló: «En las provincias con mayor actividad (el impuesto a los Ingresos Brutos) promedia un 8%, es decir, son 8 puntos que pueden hacer a muchos desistir de un crédito». A continuación los puntos salientes del reportaje concedido a Ámbito:
Periodista: Tras un año de pandemia, ¿en qué situación se encuentra el sistema financiero?
Claudio Cesario: La situación sigue siendo sólida, durante la pandemia mantuvo elevadas coberturas de liquidez y solvencia.
Sin embargo, es un sistema cada vez más chico en términos de volumen de depósitos y créditos sobre el PBI y, por ende, con menores posibilidades de financiar proyectos de inversión, que son los que luego generan el crecimiento de largo plazo.
Básicamente es un sistema transaccional, la gente y las empresas mantienen dentro del mismo sólo lo que necesitan para operar, por lo tanto, en la medida que esto no cambie solo se podrá financiar capital de trabajo de corto plazo. Este no es defecto del sistema bancario, lo mismo sucede en el mercado de capitales donde la actividad principal es la colocación de bonos del tesoro nacional. Para que esto se modifique, y se pueda intermediar ahorro de largo plazo que se traslade al crédito, la inversión y el desarrollo, es necesario trabajar sobre políticas económicas consistentes y sustentables de mediano y largo plazo, que redunden en mayor confianza y estabilidad sobre la moneda local.
P.: ¿Cómo están evolucionando los depósitos?
C.C.: En lo que transcurrió del año, los depósitos en pesos conti- núan creciendo, pero menos que la inflación, y los depósitos en dólares también se han recuperado pero se mantienen lejos de sus máximos históricos de u$s32.500 en agosto 2019. Actualmente los depósitos en pesos del sector privado alcanzan los $5,5 billones y los de dólares llegan a u$s15.900 millones.
P.: ¿Puede ser un problema el crecimiento de los depósitos ajustables sin una expansión semejante de la cartera de préstamos?
C.C.: En cuanto a los préstamos, se desembolsaron más de 100 mil créditos hipotecarios UVA, solo un 15% se acogió al beneficio de prorrogar el vencimiento de sus cuotas y menos de 600 deudores hipotecarios UVA (el 0,6% del total de los créditos) registran atrasos por más de 90 días. Entendemos que para esos 600 deudores es un problema, pero no es posible decir que signifique un riesgo sistémico.
Desde nuestro punto de vista, la mejor forma de encontrar una solución es que tanto los bancos como los usuarios lleguen a acuerdos atendiendo cada caso en particular porque observamos situaciones muy diferentes entre los tomadores de crédito. Por otra parte, consideramos importante cuidar instrumentos como estos porque en el futuro, y con una mejor situación macroeconómica, permitirán a los bancos volver a ofrecer créditos para la vivienda. Por el lado de los depósitos, los ajustables por UVA representan menos del 1,5% del total de las colocaciones, por lo que no se observa un descalce o riesgo en este sentido.
P.: ¿Cómo es el comportamiento de las líneas para financiamiento productivo?
C.C.: Desde el inicio de la pandemia se desembolsaron casi $400 mil millones a MiPymes, a tasa subsidiada. A diciembre de 2020 el sistema cumplió con esfuerzo los cupos establecidos por el Banco Central. Hoy vemos más oferta que demanda pero intentaremos cumplir el objetivo. Además, es importante destacar que la demanda se centra en capital de trabajo más que en proyectos de inversión.
P.: ¿Qué sectores están siendo más activos en la demanda de crédito y cuáles están rezagados?
C.C.: Esperábamos que se reactivara la demanda luego del verano, pero sigue siendo baja. No detectamos demandas sectoriales.
Por cuestiones estacionales, seguramente el agro empiece a buscar financiación. Sí observamos más movimiento en la operatoria de descuento de cheques.
P.: ¿Cómo es la situación en materia de morosidad?
C.C.: La mora sistémica (individuos y empresas) si bien subió un poco, continúa siendo baja. El ratio es del 3,8%, pero vale aclarar que obedece a que el Banco Central suavizó parámetros para clasificar deudores y otorgó la posibilidad de transferir cuotas impagas al final de la vida de los créditos. Recién ahora están venciendo los diferimientos otorgados, pero no se prevé una gran suba de la mora. Lógicamente esto dependerá también de cómo se resuelva o se permita desarrollar la actividad económica frente a la nueva ola de la pandemia.
P.: ¿Y la rentabilidad?
C.C.: De acuerdo con la información del BCRA a febrero, aun cuando «los indicadores de rentabilidad fueron levemente superiores que los registrados en enero, en el comienzo de 2021 se mantienen niveles inferiores a los de 2020».
En enero el ROE (rentabilidad) fue de 1,3% y se trata de un ROE muy bajo, que está aproximadamente 10 puntos porcentuales por debajo de nuestros comparables de la región. Si miramos el margen financiero de enero, pagamos más de lo qu cobramos como resultado de las tasas mínimas para los depósitos y máximas en la mayoría de las operaciones de crédito. Esta situación, asociada a la grave recesión, no debería mantenerse prolongadamente en el tiempo.
P.: Los bancos, junto con otros sectores productivos, se quejan por la carga impositiva. ¿Cómo es la situación en este momento?
C.C.: Creemos que la situación es mala por la alta presión impositiva de nuestro país, algo conocido por todos. Los usuarios de servicios bancarios tienen que recordar que la actividad bancaria es la más utilizada por el fisco nacional, los provinciales y los municipales para recaudar y cobrar impuestos, tasas y contribuciones, ya sea por el uso de las cuentas o por los regímenes de retención o percepción a cuenta, que imponen. Por ese motivo, resulta extraño que todas las administraciones quieran mejorar la bancarización o inclusión financiera y sin embargo coloquen incentivos para que la gente y las empresas eviten los impuestos operando fuera del sistema. Es decir que los expulsan.
P.: ¿Qué impuestos expulsan a trabajar fuera del sistema?
C.C. Por ejemplo, algunos de los desincentivos para operar a través de bancos son; el llamado Impuesto al Cheque que se reestableció temporariamente en el 2001 y unos 20 años después sigue vivo, como uno de los principales ingresos del fisco nacional. Es un impuesto distorsivo que hace que cuanto menos integrada esté una cadena de producción, mayor sea el impacto que tiene este gravamen.
Toda esta carga incentiva el uso de efectivo y termina impactando negativamente en la recaudación fiscal. Bajo esa perspectiva, poco importa que sume un 1,2% para cada tramo de operaciones al costo argentino. Otro caso clarísimo es Ingresos Brutos, recaudado por las provincias y que por su «efecto cascada» es de los más distorsivos.
Cualquiera de los empresarios MiPymes que tomaron un total de $400 mil millones a tasa subsidiada podrían preguntarse ¿cuánto más baja podría ser la tasa a la que lograrían acceder de no existir o ser menor la alícuota de Ingresos Brutos? En las provincias con mayor actividad promedia un 8%, es decir, son 8 puntos que pueden hacer a muchos desistir de un crédito. Por el lado de las entidades, en tanto, representa lo mismo o más que el impuesto a las Ganancias.
El año pasado por este gravamen sumado a tasas municipales, el sistema pagó $105 mil millones. En las pequeñas localidades observamos excesos, algunos municipios cobran tasas por inspección de Seguridad e Higiene atadas a Ingresos Brutos de cada banco, y eso nada tiene que ver con la superficie de la sucursal o la cantidad de cajeros automáticos que supuestamente inspeccionan. Lo increíble es que la mayoría de los municipios lo cobran y ni siquiera tienen inspectores en su dotación o presupuesto anual para realizar las inspecciones.
P.: ¿Cree que puede haber tensión cambiaria a medida que se acerquen las elecciones?
C.C.: Es imposible saberlo. Generalmente los procesos electorales producen tensiones, pero creo que sí es importante, como dije, concentrar la política económica en lograr una estrategia fiscal y monetaria consistente, sustentable en el tiempo, que genere bases y fundamentales sólidos para la macroeconomía. Eso nos permitirá aminorar efectos de las volatilidades en algunos mercados.
P.: ¿Le preocupa el déficit cuasi fiscal? ¿Qué deberían hacer las autoridades para corregirlo?
C.C.: Siempre seguimos de cerca el déficit fiscal y el cuasi fiscal. Los países generalmente tienen déficits y maneras de financiarlo. Hoy la situación se debe mirar dentro del marco de la pandemia, y el presupuesto elaborado por el Ministro Guzmán prevé una baja.
Pensamos que es necesario despejar el frente internacional arribando a acuerdos razonables con el FMI y el Club de París. Ello se debería complementar con un programa de convergencia fiscal, que también permita reducir la carga impositiva, estimulando la competitividad, y avanzar con un programa para reactivar la economía.
P.: ¿Qué medidas deberían adoptarse para apuntalar la inversión productiva y hacer más competitiva la economía?
C.C.: Tener definido y acordado con la sociedad un programa económico, respetarlo y sostenerlo en el tiempo. Hay que restaurar y recuperar la confianza y credibilidad interna y externa. No podemos pensar que vamos a progresar siendo una isla que no interactúa con el mundo. Tenemos los recursos, pero necesitamos la inteligencia para hacerlo de la mejor manera.