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Fuente: El Cronista 25.11.21

Pensar a la Argentina de los próximos años bajo las fuertes lecciones que arrojó la pandemia de Covid-19 que aún no hemos superado nos da la oportunidad y la obligación de analizar distintas dimensiones como la económica, social, política y de innovación tecnológica que sin dudas reconfiguran el rol que tanto la administración central, el sistema financiero y el resto de los actores tendrán a partir de 2022.
La necesidad de liderazgos que prioricen la reactivación de la economía y alivien la carga impositiva de las familias y también de las empresas, como también la conversión de la asistencia social en puestos de trabajo registrados, pueden ser mencionadas como los primeros objetivos de una lista que incluye la promoción y el aumento de las exportaciones y el crecimiento de la industria, los servicios y el agro en nuestro país.
Es el principal deseo del sistema financiero ser un articulador del crecimiento de todos los sectores para alcanzar ese potencial escenario, brindando más financiamiento y, junto al mercado de capitales, convertir el ahorro institucionalizado en inversión, aspectos tan básicos como necesarios para revertir una tendencia recesiva que lleva demasiado tiempo erosionando los más sensibles indicadores sociales.
Las entidades bancarias están listas para seguir demostrando su potencial, facilitando el uso de sus productos, acercando opciones para cada uno de los segmentos e invirtiendo fuertemente en innovación y seguridad.
Todos los esfuerzos previos que permitieron canalizar sin contratiempos la ayuda social frente a las restricciones sanitarias de 2020, ahora están siendo redoblados para abordar otras preocupaciones como la inclusión y educación financiera, la promoción de la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente, y el trabajo con equidad de género.
Para lograrlo, son necesarios postergados acuerdos elementales que nucleen al Estado, a empresarios y a sindicalistas que tengan como objetivo apuntalar la competitividad de nuestro país frente a la región y al resto de los mercados a fin de recuperar la presencia de nuestro país en las mesas de negociaciones comerciales.
Lograr un acuerdo con el FMI sobre el refinanciamiento de la deuda es una condición indiscutible para iniciar esta hoja de ruta. Nuestro país necesita fortalecer el diálogo con las economías centrales y recuperar la confianza de inversores tanto locales como del exterior y hacerlo de una forma sostenible considerando el elevado nivel de pobreza que padece la Argentina.
La baja de la inflación sigue siendo la pieza faltante en el ansiado esquema de recuperación.
La degradación de los ingresos familiares no hace más que agudizar la situación de millones de hogares que viven sin servicios básicos y en la informalidad.
Una vez más, desde el sector financiero recordamos que preservar el valor de nuestra moneda es la piedra fundacional para la inclusión social.
Tal como hemos señalado en el pasado, contar con tasas reales positivas para impulsar el ahorro formal es indispensable para la promoción del crédito y, para mantener buenos indicadores de solvencia y solidez del sistema bancario no se requieren precios mínimos o máximos. El desafío de siempre es revertir el atesoramiento en moneda local o en divisas, es decir el ahorro fuera del circuito bancario, para lo cual se necesitará recuperar la confianza de los ciudadanos sobre el rumbo económico y consecuentemente en nuestra moneda.
Mejorar el nivel de institucionalidad, abrir espacios de diálogo con el empresariado, fomentar el debate democrático sobre los cambios estructurales que necesita la Argentina para el crecimiento sostenido de los próximos años, sin dudas contribuirán a la mejora de la confianza de los inversores y de la ciudadanía en general.
Asimismo, fortalecer el vínculo con los países de la región, unificando esfuerzos para reinsertarnos en el escenario internacional y su nueva agenda de preocupaciones, acortará distancias entre nuestro país y las nuevas oportunidades de negocios, y ayudará a retener el talento de nuestros profesionales.
Los recursos humanos y naturales con los que cuenta la Argentina requieren políticas claras para ser motivados en el primer caso y desarrollados en todo su potencial.
Por estas razones, la mirada del conjunto de los actores sociales debe ir más allá de los tiempos y la agenda electoral. Pensar un proyecto de largo plazo pese a la desafiante coyuntura es parte de la agenda pendiente de siempre, pero que tenemos la necesidad de comenzar a tratarla si realmente queremos poner en valor nuestro país y no solo a determinados sectores.

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