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El próximo año inicia una nueva etapa para la Argentina en términos políticos y quien tenga la responsabilidad de gobernar tendrá, a partir del 10 de diciembre, la oportunidad de fijar los lineamientos necesarios para el crecimiento y desarrollo económico. El contexto desafiante que transitamos en 2023 debiera ser, al mismo tiempo, el puntapié para que en 2024 tenga lugar el despegue tan esperado de nuestro país.

Aún en medio de la inestabilidad macroeconómica resultante del desequilibrio fiscal, la escasez de reservas internacionales, los fuertes compromisos asumidos con organismos multilaterales de crédito y la sequía que afectó al principal sector productivo, es posible vislumbrar los mecanismos para la recuperación de la actividad, la creación de empleo formal y una inserción estratégica en el mundo, para lo cual -como expresan las espadas económicas de la mayoría de los candidatos-, se requiere un plan económico o de estabilización de las variables macroeconómicas.

La implementación de un plan económico necesitará una herramienta clave para poner en marcha un proceso virtuoso y es el crédito. En el sector financiero observamos que, con estabilización de la economía y generación de confianza, el impulso del financiamiento a sectores claves permitirá revertir la necesidad de divisas potenciando las exportaciones con valor agregado. Dicho objetivo es absolutamente posible y la Argentina cuenta con un enorme potencial para comenzar a ver resultados en el mediano plazo, incluso en el corto, y afianzar el crecimiento en el largo plazo, como se ejemplificará más adelante. Nuevamente, para esto es imprescindible generar el adecuado clima de negocios. Contar con recursos naturales por sí solo no alcanza y, en su defecto, el precio a pagar resultará más caro.

Vale recordar que, en los últimos años, el crédito al sector privado sufrió numerosos vaivenes que marcaron el ciclo de estancamiento en el que nos encontramos. Las bajas registradas responden a numerosos motivos, entre los que se destacan la incertidumbre en la macroeconomía y la falta de políticas de articulación del país con el mercado internacional. Así, por ejemplo, la caída en el total de préstamos al sector privado en términos reales desde diciembre de 2016 hasta mayo 2023 es del 40%, dato que resulta de trabajos propios realizados con la información estadística que publica el BCRA, exhibiendo una tendencia negativa en los últimos años, lo que demuestra también que aún con tasas subsidiadas y negativas frente a la inflación, sin confianza o un buen clima de negocios en general son muy pocas las inversiones de magnitud que se realizan.

Comenzando por los sectores, la generación de energía resulta central. La exploración, extracción y producción (upstream) de petróleo y gas, y su transporte, gas natural licuado, la generación de renovables, minerales como litio, oro, cobre, plata y uranio, entre otros proyectos. Los mismos necesitan infraestructura para ser puestos en valor y requieren financiamiento que se deberá complementar con la participación de los organismos multilaterales y agencias de crédito a la exportación, para paulatinamente recrear un mercado de bonos locales y luego retornar al mercado de bonos internacionales. Un relevamiento realizado entre las principales entidades de ABA exhibe que hay posibilidades de inversión por aproximadamente 70.000 millones de dólares, de los cuales una parte significativa necesitará asistencia crediticia de mediano y largo plazo.

En la actualidad, en el sistema financiero hay depósitos por 21 billones de pesos del sector privado, tanto de individuos como de empresas. Sin embargo, el stock de préstamos alcanza a 9,4 billones de pesos. Esta diferencia o baja demanda de financiamiento formal se observa pese a la innumerable cantidad de subsidios mandatorios a la oferta crediticia implementados desde hace más de una década.

La contracara de esta política de subsidios que no funcionan es que la autoridad monetaria debe absorber una gran parte de los depósitos bancarios a tasa mínima regulada y la emisión monetaria a través de distintos instrumentos de política monetaria, siendo el que concentra el mayor volumen las Letras de Liquidez (Leliq). Este instrumento, junto con los créditos otorgados son el respaldo del dinero de los ahorristas del sistema bancario.

Como fuera señalado precedentemente, con un plan económico que genere un contexto predecible o buen clima de negocios estable y un sendero de crecimiento, seguramente se promoverá la inversión y por lo tanto crecerá el crédito bancario e indudablemente decrecerá progresivamente la necesidad de utilizar  los instrumentos de política monetaria para absorber depósitos.

Claudio Cesario
Presidente de ABA