La etapa iniciada en el sistema financiero por el Banco Central (BCRA) con la implementación de las transferencias 3.0 a fines de 2021 representó un avance significativo hacia la eficiencia, transparencia y seguridad de las operaciones, pero especialmente hacia una operatoria más simple y rápida para los usuarios y comerciantes en conjunto. Sin embargo, para lograr un verdadero salto cualitativo es necesario e imprescindible incluir uno de los principales medios de pago; las tarjetas de crédito.
¿Por qué es relevante? En principio es posible afirmar que el crecimiento del uso del Código QR pone en relieve la fuerte aceptación por parte del público. Los datos oficiales señalan que, en lo que se refiere a los pagos con transferencia, el QR “sigue ganando participación en el mercado”.
De acuerdo con datos mensuales de febrero pasado, de las operaciones iniciadas de Pago Con Transferencia (PCT) el 27% se inició con QR, es decir, unos 7 millones de pagos.
Del total de PCT, en el 83,5% de las operaciones los usuarios utilizaron sus cuentas a la vista abiertas en entidades bancarias y un 16,5% en cuentas de pago abiertas en proveedores de servicios de pago que ofrecen cuentas de pago (PSPCP). En lo que se refiere a los comercios, el 58,2% acreditaron en cuentas a la vista y el 41,8% en cuentas de pago. Es por eso que existe un fuerte consenso en el mercado sobre los beneficios del uso del QR.
Con una particularidad muy llamativa que resulta del informe de Pagos Minoristas del BCRA, donde se puede observar que una empresa domina ampliamente el sector ya que concentra más del 80% de la totalidad de saldos en cuentas de pago del mercado. Sin embargo, en la práctica para los usuarios y comercios aún existe mucha fricción al momento de realizar un pago. Si bien el PCT es interoperable entre bancos y fintechs, esto no es extensible a los pagos con QR iniciados con tarjeta de crédito, dado que únicamente podrán abonar a través de QR con tarjetas de crédito si son clientes de la empresa que provee el Código QR al comercio.
En simples palabras, estos no son interoperables y obligan: (i) a los vendedores a incrementar sus costos contratando a más de un proveedor de QR para no perder clientes; o (ii) a los clientes a verse forzados a adherir su tarjeta de crédito al proveedor mayoritario de QR para poder realizar la operación que desean o de lo contrario soportar un sobrecosto de casi el 8% directo sobre el valor de la transacción, tal como se explicará más adelante.
La situación genera un fuerte contraste respecto de la tradicional terminal POS -que se usa para “leer” las tarjetas de débito y crédito en los comercios-, que es 100% interoperable ya que resulta indistinto para vendedores y compradores quién es el emisor de la tarjeta. Por este motivo, los bancos no ven motivos para que, pese a los reclamos efectuados al BCRA, se siga demorando el funcionamiento full interoperable del QR para las tarjetas de crédito.
¿Qué beneficios podrían observarse con una interoperabilidad full del código con las tarjetas de crédito? En forma inmediata, se traduciría en una reducción de costos para el comercio porque no se vería obligado a contratar diferentes proveedores, e implicaría menos traslado de esa carga a los consumidores.
Asimismo, simplificaría la transacción en el momento de la compra mejorando la experiencia de todos los usuarios, que contarían con más opciones y libertad para elegir cómo abonar. Pero principalmente, daría la posibilidad a los consumidores de acceder a cuotas y no solamente poder hacer una compra utilizando el saldo en sus cuentas a la vista o en cuentas de pago, como la Caja de Ahorro o Cuenta Corriente “y Cuentas de Pago”, sin antes tener que verse forzado a adherir su tarjeta de crédito a la plataforma que tiene una posición dominante en el mercado.
Es importante destacar que los aranceles cobrados por los bancos a los comercios son regulados por BCRA y han mostrado una fuerte tendencia descendente desde 2017 con el objetivo de generar incentivos para nuevos ingresantes al mercado de adquirencia, es decir, la búsqueda de comercios para que cobren con estos medios de pago.
Y esta ventana de oportunidad también fue utilizada por los comercios al derivar los cobros a sus cuentas de pago, aun soportando los altos costos que les impone el sistema agrupador cuyos aranceles no se encuentran regulados. ¿Qué se observa en la práctica? Un claro perjuicio para el consumidor cuando, teniendo su tarjeta adherida a la plataforma, lee un QR no perteneciente a la misma. ¿Y cómo se materializa? Imponiendo costos adicionales para el usuario como la “tasa de servicio” de casi un 8% directo, cuando -con conocimiento o no del consumidor- se usa su tarjeta de crédito (también la de débito) para realizar un “cash in” y alimentar o proveer el saldo necesario a la plataforma dominante a fin de realizar desde allí un pago a un QR que no pertenece a dicha plataforma.
Durante muchos años las asimetrías impositivas favorecieron a las fintech bajo la hipótesis de que era una condición para el crecimiento del ecosistema y perduraron incluso para las bigtech durante un largo tiempo, facilitando su expansión y capacidad de inversión. Los bancos, mientras tanto, continuaron alcanzados por tasas municipales, impuestos provinciales y nacionales. Sin perjuicio de lo cual realizaron importantes inversiones en tecnología y redes de cajeros automáticos que son utilizados por los usuarios de las fintechs.
Lejos de descartar o decidir desatender a segmentos de la base de la pirámide de ingresos, el sistema financiero se encuentra limitado por el avance de la economía informal donde los usuarios eluden la fuerte carga impositiva que registra nuestro país. No utilizar los servicios financieros no habla del escaso entendimiento de productos como una tarjeta de débito o crédito, sino de la elección de eludir el pago de tributos.