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Fuente: Ámbito Financiero
12.12.2022

El 2023 se aproxima con grandes desafíos para nuestro país y por ende para el sistema financiero. Dados los pocos días que nos separan del nuevo año deberíamos utilizarlos para que, a la luz del contexto global profundamente distinto producto de la guerra en Europa y la ocupación de Ucrania, sea posible redefinir el rol de la Argentina como uno de los principales proveedores de alimentos, recursos energéticos, economía del conocimiento, entre otros activos que tenemos.
Esta ventana de tiempo debería ser aprovechada para reposicionar a nuestro país sobre la base de las ventajas comparativas que conocemos; importantísimas reservas de gas y petróleo no convencional (sin considerar el potencial offshore de recursos convencionales), de litio y una fuerte posición en agroindustria.
Tenemos lo que hoy el mundo necesita, por eso el sector público y privado conjuntamente deben focalizar sus esfuerzos para acortar plazos y promover las reformas que fueran necesarias para impulsar una mayor producción de estos recursos exportables.
La obligación de robustecer las reservas internacionales con divisas provenientes del intercambio comercial nos fuerza a pensar en la agenda de corto y mediano plazo, pero debemos insistir en la importancia de acordar y establecer un horizonte de largo alcance que se mantenga con independencia de los cambios de gobierno o producto de necesidades electorales o coyunturales.
A las medidas tomadas con urgencia para intentar estabilizar la economía deben sumarse otras que permitan recrear previsibilidad. La reducción del déficit fiscal es, sin dudas, fundamental para el ordenamiento de las demás variables, aliviando el financiamiento al Tesoro y la emisión necesaria para abastecerlo.
Un uso racional de los recursos del Estado y la reducción de la presión sobre el Banco Central contribuirían a la disminución de la inflación desde los elevados niveles que vemos mes a mes.
Esas son algunas de las condiciones necesarias para la recuperación de la demanda del crédito que se ve afectada por débiles expectativas de empleo, salario y aumento de la presión tributaria.
En el sector observamos que crecen más los depósitos que la demanda de financiamiento a las familias y empresas. Dar crédito es el objetivo de todos los bancos, pero para que crezca la demanda se requiere previamente ordenar la macro para incentivar esta reactivación.
Una vez más, destacamos que el sistema financiero es sólido, solvente, se encuentra bien capitalizado y es extremadamente líquido. Sin embargo, si observamos el nivel de depósitos y créditos con respecto al Producto Bruto Interno, nuestro sistema es muy pequeño frente al resto de las economías comparables de la región y somos una banca básicamente transaccional.
Aun así, nuestros equipos están fuertemente capacitados para ser motor del desarrollo del crecimiento. Contamos con profesionales altamente calificados, hemos invertido y lo seguiremos haciendo en tecnología para desarrollar productos adecuándolos a los nuevos hábitos, necesidades y prioridades de los usuarios, al margen de seguir aumentando la oferta de canales y productos electrónicos, conforme al avance de las innovaciones.
Necesitamos que las fuerzas políticas construyan una agenda básica, una hoja de ruta, que resulte atractiva a la inversión en economía real, que brinde perspectivas positivas y favorezca la creación de trabajo registrado.
El sistema financiero está listo para acompañar en este sentido y cumplir con la misión de generar más ahorro, más crédito y más inversión.